A es un anciano con bastón que permanece impasible en una esquina, como viendo pasar el tiempo. B, un jovenzuelo despistado, melenudo y con prisas.
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B-Oiga, por
favor, solo será un minuto. Es que tengo que pedirle
un favor.
A-Bueno, ya
ve, tengo todo el tiempo del mundo.
B-Ese es mi
problema. He de llegar en punto. Y me he perdido.
A-¿Dónde
dijo?
B-No le dije
el lugar.
A-¿Por qué no
lo hizo?
B-No sé.
Puede que sea mi carácter retraído.
A-¿Sí? El mío
es más bien tirando a huraño.
B-¡Quién lo
diría!
A-Todo el
mundo lo dice, excepto usted.
B-Yo es que
soy de poco hablar.
A-De esos
está lleno el infierno.
B-¿Usted
cree?
A-No. Fui
educado según las tesis del Partido Comunista.
B-Pues por
más que lo miro, no parece usted de izquierdas.
A-Ahí quería
llegar yo. A algún lugar.
B-No, oiga.
Usted tiene todo el tiempo del mundo. Soy yo quien he de llegar a alguna parte.
A-En punto.
B-¿Cómo lo ha
sabido?
A-Soy muy
observador.
B-Y se pasa
así todo el día.
A-Sí. Y en la
misma esquina.
B-Es una
esquina preciosa.
A-Algo
esquiva, pero es mejor así.
B-Me recuerda
mi infancia.
A-La infancia
es un buen lugar para vivir, pero queda lejos.
B-¡Y que lo
diga!
A-¿Y cómo
irá, andando o en avión, joven?
B-¿A dónde?
A-No sé.
Usted sabrá qué hora es.
B-¡Claro, señor!
Esa era mi intención.
A-¿Buena o
mala?
B-Solo un
poco traviesa.
A-Entiendo.
Muy amable, joven. He de irme.
B-Pero, oiga.
¿Y todo su tiempo?
A-Compréndalo.
Es en punto. Y hay cosas improrrogables.
B-Bien. En ese caso, me quedaré guardándole la esquina. Ya no llego a tiempo.
B-Bien. En ese caso, me quedaré guardándole la esquina. Ya no llego a tiempo.
Mayo. 2009.
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